El miércoles 23 de mayo EL PAÍS publicó un artículo
firmado por María R. Sahuquillo con este título. El artículo es muy directo y
claro. No deja lugar a dudas. Debemos sentirnos satisfechos de encontrar tras
muchos años de lucha que los tiempos comienzan a darnos la razón y las ideas
por las que tanto tiempo hemos luchado comienzan a extenderse y normalizarse.
No deja lugar a dudas y comienza de forma contundente: “Una mujer embarazada no es una enferma. Sin embargo, la culminación de
este estado, el parto, se ha convertido en un acto muy medicalizado. Quirófanos
llenos de personal, bisturís, camillas… Una instrumentalización que en
ocasiones deshumaniza uno de los momentos más humanos de la vida: el
nacimiento”.
Fue por los años sesenta del siglo pasado que se introdujo con
un halo de modernidad, el parto sin dolor, el parto clínico, y en relativamente
poco tiempo se extendió como la pólvora por toda la geografía peninsular. Esta
nueva práctica médica extendió una serie de rutinas que convirtieron el proceso
del nacimiento en algo mecánico y deshumanizado. El parto clínico impedía que
se respetase el ritmo del proceso del nacimiento sino que se instauraba el
ritmo que más convenía a los profesionales que lo atendían, se dificultaba –si
no se impedía- la relación de la madre con el bebé y las consecuencias que esto
tenía en la instauración del apego. Unas medidas absurdas impedían que tras el
parto se produjera un contacto piel con piel entre la madre y el niño/a y la
búsqueda del pezón por parte de neonato.
Es reconfortante ver
como la mayoría de las ideas por las que hemos luchado comienzan a ser
reconocidas, aunque en el mismo artículo se denuncie las dificultades por parte
de los mismos profesionales en ir aceptando las recomendaciones realizadas por
la Estrategia de Atención al Parto Normal aprobada en 2007 por el Ministerio de
Sanidad. Se critica la administración de la oxitocina para acelerar los partos,
la práctica generalizada de la episiotomía que en lugar de evitar los desgarros
los favorece, el rasurado púbico, las contrariedades de la anestesia epidural y
la importancia de informar a las mujeres de las diferentes posturas para
facilitar el parto y paliar el dolor, teniendo presente que la postura de
acostada boca arriba con las piernas en alto –típica del parto clínico- es una
postura poco adecuada para el parto, contraria a la propia fisiología del canal
del parto.
Se reconoce en el
artículo que los partos más intervenidos, más clínicos, son los que peores
consecuencias tienen para la salud y los que tienen los procesos de
recuperación más largos. La coordinadora institucional del plan de Sanidad,
Isabel Espiga, dice: “Respetar el proceso
natural es beneficioso para la mujer y para que
la criatura tenga una bienvenida al mundo menos traumática. Pero para
eso hay que dar a las mujeres los cuidados necesarios para que puedan desarrollar
su potencial en el parto”. Sin embargo la aplicación de estas medidas
humanizadoras del parto está dilatándose o desarrollándose de forma desigual en
función de los equipos de profesionales y un informe que está a punto de salir
así lo confirma.
Acaba el artículo
reconociendo el trecho que queda por recorrer para llegar a la instauración en
todos los hospitales de este parto fisiológico o parto normal y las tendencias
de algunos países como Holanda donde se ha desarrollado mucho el parto en casa
o en Francia y Reino Unido donde se están desarrollando las casas de
nacimiento. Se critica el abuso que se sigue haciendo en España de la cesárea y
se habla del turismo de alumbramiento para poder dar a luz en lugares más
respetuosos con el proceso natural del parto. También se menciona a Laura
Gutman y a la asociación “El parto es nuestro”.
Para finalizar, no
podemos dejar de mencionar la tristeza por el cierre de uno de los centros más
emblemáticos y pioneros del parto natural y respetuoso como fue el Hospital
Acuario de Beniarbeich. Allí Pere Enguich y su equipo han desarrollado una
labor extraordinaria mostrando al mundo que era posible acompañar en el proceso
del parto de una forma humana y respetuosa con la vida. Es decir, de una forma
ecológica.
Javier Torró.
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